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jueves, 8 de noviembre de 2012

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Fe significa estar Libres del miedo



            Aurelio Ferrándiz García
Secretariado de Catequesis

"Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ‘¡Abba, Padre!" (Rm 8, 15).

Cada vez se impone con más fuerza en nuestra sociedad una cultura del miedo, del pánico, del terror que amenaza el mismo existir del hombre. Basta ojear la prensa todos los días, o encender el televisor, para darse cuenta del miedo que hay sembrado en nuestro vivir cotidiano con sus distintos rostros: asesinatos, corrupción, violencia, extorsión, guerras, fraudes. Tanto puede afectar esto a la mente de un niño, que los maestros observan que los niños comienzan a expresarse en estos términos: "Si llego a mayor..." y no "Cuando sea mayor..." como se expresaba la generación precedente.

Si leemos el evangelio, vemos cómo Jesús enseñaba a los suyos a no tener miedo, a confiar en el amor protector de Dios. Unas palabras suyas aclaran el sentido de esta enseñanza: "A vosotros os digo, amigos míos: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que después de la muerte, tiene poder para arrojar a la gehenna. A ese tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. (…) No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros” (Lc 12, 4-7).




La fe que se apoya en Dios y tiene por objeto a Dios, es una fe fuerte que no se tambalea ante las dificultades y los miedos. Valemos mucho para Dios, somos obra de su creación y Él nos ha redimido. Él tiene el poder de apartar de nosotros cualquier mal o enemigo que nos aceche, nos defiende como cosa suya, somos su propiedad, Él reclama y protege lo que es suyo. Si algo malo nos ocurre, Él sabrá darle la vuelta para que lo negativo se convierta en positivo, la pena en alegría, la debilidad en fortaleza y el fracaso en triunfo.

El Espíritu de Cristo resucitado se nos ha dado para que vivamos en la alegría y podamos llamar a Dios con el nombre de Padre. Aquí está el secreto de nuestra fortaleza: sentirnos hijos de un Dios que es Padre amoroso, que nos quiere hasta la locura y no nos abandona, incluso cuando es de noche. Difícilmente se puede combinar la fe con el miedo. Teniendo a Dios por Padre, que tanto nos valora, y sintiendo su protección y cuidado ¿cómo vamos a sentir temor?

Ahora entendemos las palabras del papa Juan Pablo II, al comienzo de su pontificado, cuando decía: “No tengáis miedo”. Estaban dichas para cada uno de nosotros de parte de Dios.

Para terminar una comparación: un niño se despierta durante la noche porque ha tenido una pesadilla, rompe a llorar sin consuelo alguno. Su madre lo escucha y se levanta, lo toma en sus brazos, enciende la lamparita de la mesita del dormitorio y le dice con ternura: “no tengas miedo, estoy yo contigo, ya ha pasado todo”. Así es la presencia de Dios en nuestra vida, cuando cunde el miedo, él nos toma en sus brazos y enciende la luz de nuestra vida y nos susurra al oído palabras de gran tranquilidad: “no tengas miedo, estoy yo contigo”.           



martes, 6 de noviembre de 2012

Encuentro catequistas Elche 2012

Aquí os dejamos un vídeo


 

Esperamos vuestro comentarios.

Un saludo!!

lunes, 5 de noviembre de 2012

Con tu palabra dame vida

Reflexiones para la homilía dominical del Ciclo C


Abrimos un ciclo litúrgico acompañados de la mano del evangelista Lucas, que nos da la clave para acercarnos a leer su evangelio con el nombre de su compañero "Teófilo" ("amigo de Dios"), al que dirige sus escritos (Evangelio y Hechos).

Probablemente nos está diciendo que para acercarnos al evangelio y comprenderlo, y sobre todo para vivirlo, debemos adoptar la actitud de "ser amigos de Dios", lo que significa seguir a Jesús de cerca. Es una llamada para acercarnos al evangelio con el corazón de un enamorado que quiere hacerse amigo de Dios. 

Y ese es también el objetivo de estas reflexiones, no solo conocer el evangelio, sino también alimentar la fe con la profundización de la Palabra de Dios en la mesa de la Eucaristía (elementos muy unidos en Lucas en el relato de los discípulos de Emaús -Lc 24,31-) y, por tanto, transformar los corazones para hacerlos arder en amor y en pasión por Dios.


Fuente Aquí