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miércoles, 16 de septiembre de 2015

UN AÑO DE LA MISERICORDIA TAMBIÉN PARA LA CATEQUESIS


UN AÑO DE LA MISERICORDIA
TAMBIÉN PARA LA CATEQUESIS


Aurelio Ferrándiz García
Director del Secretariado de Catequesis


La invitación que el papa Francisco hace a toda la Iglesia para vivir un Jubileo extraordinario de la Misericordia, se dirige muy especialmente también para la catequesis. En efecto, secundando la llamada del papa Francisco hemos de volcarnos extraordinariamente durante este año jubilar para descubrir la riqueza y la grandeza que contiene el tema de la misericordia en la tarea catequética que la Iglesia realiza. Para ello, he leído y reflexionado la Bula papal de convocatoria del jubileo con “ojos catequéticos”, para ver cómo aplicar y concretar esta invitación en la tarea cotidiana que los catequistas y animadores de la fe desarrollamos en las parroquias a lo largo del curso.

Resumo toda la reflexión en 7 puntos clave para el año de la misericordia.

  1. La palabra misericordia es la síntesis de toda la revelación y de la catequesis. Así lo ve el Papa y nos lo enseña nada más comenzar su documento: “Ya que el misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra”. Y no puede ser de otra manera. Si la catequesis ha de ser fundamentalmente cristocéntrica, la misericordia que revela Jesucristo, en sus gestos y palabras, y en toda su vida, ha de ocupar también un papel central y fundamental en la catequesis. El que quiera dar a conocer al Dios que Jesucristo reveló, ha de mostrar fundamentalmente su misericordia. No se trata pues de un concepto más de la doctrina cristiana, del que podamos olvidarnos o descuidarnos. La misericordia en la revelación de Jesucristo es de capital importancia.
  2. Contemplar en la catequesis el misterio de la misericordia. Ahora bien, la invitación que el Papa Francisco nos hace respecto a la palabra misericordia no se queda a un nivel conceptual o intelectual, sino que quiere algo más profundo: nos invita a contemplar el corazón del misterio de Dios, que es su misericordia. Esta será la primera tarea en la catequesis: contemplar antes que enseñar. El que no se ha encontrado con la misericordia de Dios en su propia vida, a través del perdón de sus propios pecados, difícilmente puede anunciar, enseñar y testimoniar la misericordia de Dios. Contemplar significa abrir nuestra mente y nuestro corazón a algo que es mayor que nosotros, mayor que nuestra mente y nuestros conceptos, algo que nos supera por todas partes -por eso es misterio-, y es el amor inmenso y colosal de Dios que es encuentro, compasión, perdón, consuelo, se da eternamente, gratuito, paciente, que no conoce límites, que nos abre a la esperanza al poder ser amados no obstante el límite de nuestro pecado. Ante esta realidad insospechada por parte del hombre, no podemos hacer otra cosa que acogerla con el corazón agradecido y testimoniarla a todos los hermanos. La catequesis, pues, ha de poner en el centro de su contemplación este misterio, adorarlo, asimilarlo, aprenderlo, enseñarlo y testimoniarlo. Solo así será una catequesis auténticamente “cristiana”.
  3. Reconocer a Dios como un Padre que nos busca con locura para perdonarnos y darnos la felicidad. Muchas veces mostramos y enseñamos en la catequesis a un Dios impasible, que no quiere trastornos ni exageraciones, y que da a cada uno lo suyo. Pero no es así. El comportamiento del Padre nos desborda a todos en su amor y en su perdón, y eso es la misericordia. Así lo expresa el papa: “La misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón”. El perdón del Padre lejos de ser un signo de su debilidad, es la manifestación más grande de la calidad de su omnipotencia. En amor el Padre es invencible. Haríamos bien durante este año, si desde la catequesis leyéramos los evangelios para “dejarnos sorprender por este Dios que no se cansa de abrir las puertas de su corazón a los hombres”. ¡Descubramos, pues, el corazón misericordioso del Padre!
  4. Que la Iglesia y las parroquias sean oasis de misericordia. Es un gran esfuerzo el que se nos pide, y la catequesis puede y debe colaborar. El mundo y la sociedad nos lo reclama “porque la experiencia del perdón es cada vez más escasa”. Por eso dice el Papa “donde está la Iglesia debe haber evidencia de la misericordia del Padre y donde hay cristianos, cualquiera debería ser capaz de encontrar un oasis de misericordia” ¿Y cómo se puede conseguir esto desde la catequesis? Creando un clima de paz y serenidad, creando hogar, acogiendo, buscando, saliendo, comprendiendo, perdonando, ofreciendo. Acoger con respeto y serenidad, la posible aceptación o rechazo del otro. Tener confianza en el otro. No imponer, no vencer sino convencer, no obligar, ni presionar, enseñar sin desesperar, animar y no exasperar, caminando al paso del otro. Tener paciencia y empezar cada día de nuevo, sin cansarse, sembrar con alegría, suscitando opciones y compromisos.
  5. Misioneros de la misericordia. “La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios”. Sobre todo en la catequesis que no falte nunca el testimonio de la misericordia, que será la mejor predicación del evangelio. Así lo afirma el Papa: “Nunca en su predicación y en su testimonio ante el mundo puede faltar la misericordia. La credibilidad misma de la Iglesia se ve en la forma en que muestra el amor misericordioso y compasivo”. Recibiendo el perdón de los pecados en el sacramento de la confesión nos convertimos en testigos experimentados de la misericordia de Dios. Los sacerdotes, los padres y los catequistas deberíamos ser los primeros en celebrar de forma especial este sacramento durante este año. El papa nos anima cuando dice que “el perdón es la herramienta en manos humanas frágiles para alcanzar la serenidad del corazón y vivir felices”. Hagamos nuestra desde la catequesis la urgencia que el Papa reclama para la Iglesia de “anunciar y testimoniar la misericordia en el mundo contemporáneo” con “un nuevo entusiasmo y una acción pastoral renovada”.
  6. Redescubrir las obras de misericordia corporales y espirituales. Esta llamada del Papa es para hacer del año de la misericordia algo muy concreto, huir de lo abstracto y retórico. “El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta: por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano”. En efecto, cuando hablamos de la misericordia lo que de verdad importa son las obras, los gestos, las acciones. “Obras son amores”. Desde la catequesis, debemos darle un rostro concreto al año de la misericordia. ¿Cómo? Pues saliendo de lo puramente cognoscitivo, conceptual y memorístico y cumpliendo con alegría las obras de misericordia corporales y espirituales, para “despertar nuestras conciencias latentes ante la tragedia de la pobreza”. Es importante tener presente en la catequesis las obras de misericordia corporales y espirituales, un poco olvidadas en estos últimos años en la catequesis. Recordemos a los niños y jóvenes que es necesario ayudar a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, que puedan comer, beber, vestir, ser acogidos donde quiera que se encuentren, dedicar tiempo a los enfermos y encarcelados, enterrar a los muertos y consolar a sus familias. También son importantes las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, consolar a los tristes, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas que nos molestan, rogad a Dios por los vivos y difuntos. Las obras de misericordia son una escuela de “auténtica” vida cristiana y ¿dónde mejor aprenderlo que en la catequesis?

Tiempo oportuno para cambiar de vida, dejarse tocar el corazón. Así nos lo recuerda el Papa: “¡Este es el momento favorable para cambiar tu vida, de aceptar la invitación a la conversión y someterse a la justicia, mientras que la Iglesia ofrece misericordia”. La conversión está en el centro del año de la misericordia, como está también en el centro de la catequesis. Sin conversión no hay proceso de iniciación cristiana. Por ello, el año de la misericordia puede ayudar mucho a niños, jóvenes y adultos de la catequesis si acogen la invitación a salir del pecado, a cambiar de vida, a adherirnos a la vida nueva en Cristo Jesús. Una buena conversión por parte de catequistas y agentes de la pastoral, consistiría en no juzgar y no condenar, sino perdonar y donar, mantenerse alejado de la murmuraciones, las palabras movidas por “los celos y la envidia y aprovechad lo bueno que hay en cada persona, convirtiéndose en instrumento de perdón”. Para conseguir esto nos ayudará realizar una peregrinación interior, para descubrir que la misericordia es una meta a alcanzar que requiere compromiso y sacrificio”. Invitemos desde la catequesis a celebrar las “24 horas para el Señor” como momento especial e intenso para acercarse al sacramento de la reconciliación que “permite tocar con la mano la grandeza de la misericordia”, y muchos niños y jóvenes “vuelven a descubrir el sentido de la vida”. También en el año de la misericordia se puede descubrir desde la catequesis la grandeza de la indulgencia que muestra que “el perdón de Dios por nuestros pecados, no conoce fronteras”. Por la indulgencia el pecador es liberado de esa impronta negativa que deja el pecado y esa consecuencia residual que se prolonga en nuestros comportamientos. De esta manera, el que es tocado por la indulgencia es “habilitado para actuar con caridad, para crecer en el amor, en lugar de caer en el pecado”.

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